CALDERÓN, COMO LOS PRESIDENTES PRIÍSTAS,

Los ajustes del pasado
José Gil Olmos
Proceso


Felipe Calderón se parece a los expresidentes priistas: Para legitimarse dejará que su antecesor sea “crucificado” por la oposición a través de una campaña mediática; pero no hará nada para que se aplique la ley y se castiguen los excesos que tuvo Vicente Fox desde Los Pinos.

Los últimos presidentes de la República que surgieron del PRI establecieron una ley no escrita; pero que era aplicada con el rigor pertinente cada vez que iniciaban su administración: Dejaban que en los medios, en la opinión pública, corrieran los escándalos de sus predecesores, culpándolos de todos lo males vividos y por vivir para “limpiar” de esa manera, su imagen y legitimar cualquier duda que hubiera sobre ellos en el ejercicio de su poder.

Luis Echeverría Álvarez lanzó su lema de campaña “arriba y adelante”, dejó correr en Gustavo Díaz Ordaz la mancha de sangre que dejó la matanza de Tlatelolco. José López Portillo, a su vez, dejó que se mancillara la imagen de Echeverría por su responsabilidad en esa misma masacre del 2 de octubre de 1968. Miguel de la Madrid con su apotegma de la “renovación moralidad” socavó el gobierno corrupto de López Portillo y su familia, quien no supo defender el peso “como un perro” y hundió al país en su primera gran crisis económica de la historia moderna.

Carlos Salinas con su lema “que hable México” trató de tapar el gobierno gris, opaco y derrotista de Miguel de la Madrid; y con actos espectaculares como la detención de Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, pretendió borrar el fraude electoral que lo llevó a la silla presidencial.

Ernesto Zedillo, por su parte, levantó el lema de “bienestar para la familia” con la idea de opacar el efecto terrible del crack financiero de 1994-1995 que él y Salinas produjeron llevando a miles de familias a la miseria por los intereses bancarios elevados a la enésima potencia. Fue en su sexenio donde aparecieron las máscaras de Salinas en las calles de la Ciudad de México, centralizando así el repudio popular por el salinismo, pero nunca actuó en serio contra su antecesor, salvo por haber metido a Raúl Salinas, hermano del expresidente, a la cárcel por delitos que con el tiempo no pudieron ser sostenidos.

Vicente Fox y su gobierno basado en el “voto del cambio” dejó que en los primeros días de su sexenio se quemaran en el ácido las imágenes de todos los presidentes emergidos del PRI; que la historia de corrupción, traiciones, robos, fraudes y demás hiciera su propio trabajo. Pero no castigó a nadie.

Fox creó la fiscalía especial para los delitos del pasado, a cargo de Ignacio Carrillo Prieto, pero nunca se castigó a los culpables de la “guerra sucia”. Y el secretario de la Contraloría, Francisco Barrio, nunca presentó a los “peces gordos” que prometió atrapar de las aguas corruptas del priismo.

Hoy Felipe Calderón parece seguir la misma historia. En los medios más afines a su gobierno se han dado vuelo para desplegar en sus páginas, en la pantalla o estaciones de radio las críticas más severas contra Fox y su esposa Marta Sahagún, algo que en su momento jamás harían estos mismos medios si no tuvieran el aval del poder presidencial.

La anuencia de Calderón en la campaña contra Fox es más que evidente, pero al mismo tiempo lo es su indolencia para establecer un castigo a los claros actos de corrupción que cometió el expresidente para beneficiar a los hermanos Bribiesca y a su familia en Guanajuato.

¡Que Fox pague con las culpas del pasado! Parece ser la estrategia de Calderón para desbrozar el camino de irregularidades por el cual llegó a la Presidencia de la República. ¡Que sea Fox el que pague con los costos!

De esta manera Calderón repetirá el mismo mecanismo que usaron sus antecesores del PRI desde Los Pinos para asentarse en el poder: Dejar ante los ojos de la opinión pública que los anteriores presidentes expiaran las culpas, se “sacrificaran” y pagaran los costos de la legitimidad no conseguida en las urnas.

El artilugio político ha sido probado con éxito, pero se trata sólo de una trampa porque en los hechos jamás se ha actuado en contra de un expresidente, no obstante que se ha tenido, y se tienen, las pruebas suficientes para llevarlos a un juicio penal.

La “colina del perro”, “El Partenón”, los negocios en Punta Diamante, el Tamarindillo y el rancho La Estancia, todos estos monumentos a la corrupción presidencial se han quedado en el olvido. Y al parecer los gobiernos emergidos del PAN seguirán cultivando esta misma costumbre legitimadora del poder presidencial mexicano.

Helioflores. Deslave


La dudosa integridad de los Fox
Guillermo Castillo Camacho

El país de no pasa nada


La semana pasada, Joaquín López Dóriga comentaba algo durante el programa Tercer Grado, de Televisa, que me pareció realmente interesante. Y es que el escándalo de la familia Fox Sahagún desmitificó a un ya de por sí venido a menos, Vicente Fox.

Joaquín hacía el señalamiento de que lo “revelado”, a partir del reportaje publicado por la revista ‘Quién’, le quitaría la etiqueta de “honesto” al ex presidente. El reconocido periodista decía que siempre se había tenido una idea de “Fox es bruto, pero honesto”.

Esto es una realidad para la mayoría de la población; sin embargo, para los que hemos tenido la oportunidad de leer a Anabel Hernández, esta concepción de “chente” se fue hace mucho tiempo.

Ahora bien, en esta semana, durante la mesa de análisis que Hoy poy Hoy con Cármen Aristegui, realiza cada martes en W Radio, Denisse Maerker, Lorenzo Meyer y Javier Crespo indicaban también que el hecho de que meter las manos por el ex “presichente” (aunque él quiera seguir siendo preciso) y no por su señora, también debilitan en gran medida la imagen (insisto, ya de por sí decadente) de Fox.

Por mi parte, creo fervientemente que Fox está más tatemado que Cuauhtémoc después de sucumbir ante Hernán Cortés y que, como publicó hoy el Universal, entre su ranchito y su “vocho” rojo cereza, esto sólo es la puntita del iceberg. ¡Valiente presidente del cambio, pero del cambio de rancho!

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