El Goloso de Foxas en Boca del Rio

Jairo Calixto Albarrán
Milenio


Aunque debo reconocer que con gusto hubiera regalado mi Jeep rojo sólo por la dicha inicua de estar junto a la familia Fox cuando les dieron la infausta noticia de que la estatua de don Vicente, que iba a ser el Goloso de Rodas de Boca del Río, fue derrocada a la brava por una bola de resentidazos sociales. Pero como patriota que metería las manos al fuego por un ex presichente —revestidas de asbesto, claro— sí me pareció un exceso que los priistas veracruzanos, dicen que por capricho del góber precioso de la zona, Fidel Herrera (podemos recordarlo por películas como Zongolica mon amour), tumbaran tan digno monumento al ¿Y yo por qué?, en el peor estilo de los talibanes cuando dinamitaron los budas gigantes, o de los anticomunistas partiendo Lenins por toda la agreste geografía del socialismo real, o de los tanques yanquis arrancando de cuajo los Huseins que adornaban lo que fuera Bagdad ensangrentada.

O sea, por la saña con la que se cometieron estos atentados, cualquiera diría que Fox es el Caníbal de la Guerrero, cuyas hazañas culinarias de serial killer desbancaron a la entrañable Mataviejitas.

A lo mejor tan enconada reacción tiene un origen alterno a lo político. Quizá todo sea culpa de Olga Wornat, la biógrafa consentida de Martita (con La Jefa no le dio el título de Reina del Sur, pero sí la de Perisur) cuyo odio fonqui la llevó a declarar que Fox no es el bueno y Martita la mala, que el de las botas no es víctima del carácter dictatorial de su mujer. No. Que son igualitos, dos caras de la misma manera. Tamaña declaración pudo alterarle los nervios a los mexicanos siempre en busca de su chivo expiatorio post-sexenal. Por mi parte, yo me sentí muy tranquilo; la verdad es que el gremio de los mandilones, al que orgullosamente pertenezco, experimentó un gran alivio al quitarse de encima la pesada losa de tener a Fox como uno de sus miembros más ejemplares. Fue como cuando la Maestra se salió del PRI, maomeno.

A lo mejor todo es culpa de Al Gore, cuyo Nobel de la Paz obtenido gracias al cultivo de la paranoia colectiva, debió poner muy nerviosos a aquellos choznos de don Plutarco que están muy paranoicos nomás porque a la Tierra sólo le quedan algunos miles de años de vida.

Lo padre es que el nada lambiscón alcalde de Boca del Río ya levantó de nuevo al Goloso de Foxas. Y parece que va a aprovechar la oportunidad para agregarle al monumento una Hummer del Estado Mayor Presidencial. Chido guan.

Comentarios

Entradas populares