Auditoria de obras

Puede usted tener la seguridad de que si se practicasen de manera efectiva y con regularidad, se descubrirían muchos latrocinios. A través de la obra pública, el señor Vicente Fox se llevó carretadas de billetes

Por Rafael Arenas Rosas

No recordamos a quién se le ocurrió proponer que los gobiernos federal y estatales deberían incluir, entre las funciones de sus correspondientes contralorías, una sección dedicada a la auditoria de obras, en la que participasen especialistas en esa materia.
Sabemos que los trabajos contables son revisados por auditores y, por consiguiente, no tiene nada de extraño que las tareas de los constructores sean analizadas por expertos ajenos a ellos, a fin de comprobar que se cumplió con todas las especificaciones señaladas en los contratos.
Pero la idea no ha prosperado y uno de los que más se opusieron a ello fue Vicente Fox, cuando era Presidente de la República, alegando que confiaba en los funcionarios de la Secretaría de Obras Públicas y que, además, en esa dependencia había técnicos que revisaban de pe a pa que las obras cumplieran con todas las especificaciones. Encima de ello, externó que no estaba dispuesto a seguir engordando a la ya muy obesa señora Burocracia con más puestos.

Lo aprendió pronto

Pero la verdad es que el señor Fox, desde cuando era gobernador de Guanajuato, aprendió que una de las formas más fáciles y menos comprometedoras de robar al Erario, es mediante la obra pública.
El presidente municipal, gobernador o Presidente de la República decide que se construya una escuela y la dependencia correspondiente convoca, en el mejor de los casos, a un concurso para otorgar el contrato a quien ofrezca las mejores condiciones. Claro que bajo el agua hay arreglos y, en muchos casos, el ganador ya había recibido datos que le permiten ofrecer las mejores condiciones.
Un vez que se va a iniciar la obra, vienen los arreglos en lo oscurito. El contratista tendrá que pasar equis porcentaje del importe de la obra a equis persona y, a cambio de ello, podrá modificar algunas de las especificaciones. Por ejemplo, si se ha establecido que las columnas deban llevar 12 varillas corrugadas, pues se reduce a 10 y con ello ya se ahorraron muy buena cantidad de dinero.

Auditorias tramposas

Lo mismo sucede en las carreteras, pues si las especificaciones de la obra indican que la carpeta asfáltica debe tener tantos más cuantos centímetros, la reducen y lo más ridículo del asunto o mejor dicho, lo más ofensivo, es que funcionarios de la dependencia acuden a un punto, previamente señalado por contratistas y autoridades, para revisar si la carpeta asfáltica tiene el grosor convenido. Claro que sólo en ese lugar se ha cumplido y a lo largo de docenas o cientos de kilómetros el grosor es menor y son millones y más millones los que la empresa constructora se ahorra.
Claro que una parte se le queda, pero la mayor parte va a dar a las autoridades.
Esa sobada técnica rateril fue una de las preferidas por el señor Vicente Fox y así lo denunció, como externamos ayer, el legislador federal panista Marcos Salas Contreras, quien afirma que tiene pruebas de que buen número de constructores no cumplen con las especificaciones marcadas en los contratos.

Herencia foxiana

Dice el legislador que esas irregularidades se heredaron del gobierno foxiano y, por consiguiente, creemos que una forma de exhibir a Fox como un gran bandido y torpedear el navío del almirante de la estrategia electoral panista, sería auditar todas las obras realizadas durante ese sexenio, y si se comprobasen tales irregularidades, se comunicase a las constructoras que tienen que devolver los miles de millones de pesos mal habidos o irían a la cárcel.
Tenga usted la plena seguridad de que ante la amenaza de irse a pasar un buen tiempo tras las rejas, esos constructores estafadores acabarían “boqueando” que, efectivamente, procedieron de esa ilícita manera, pero obligados porque tenían que entregar a algún personaje (allegado a Fox o prestanombres del mencionado personje) gran parte de ese dinero.

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