Influenza: Los nombres de los muertos

Durante el sexenio de Vicente Fox, México recibió las más abundantes ganancias de su historia por la venta de petróleo en el exterior, pero no quedó absolutamente nada de eso: el grueso del dinero fue utilizado para devolver a los más ricos de los ricos los impuestos que habían pagado; el resto, la propina, está en las trancas y el estiércol de un rancho en Guanajuato, en las empresas de los hijos de Marta Sahagún y en las cuentas bancarias de los hombres y mujeres del régimen.

En cambio, aquí, no existe un solo laboratorio, ni siquiera en la UNAM, capaz de detectar la mutación de un virus como el de la influenza porcina, que tras el exterminio de cerdos ordenado por el fanatismo del gobierno de Egipto, ahora se llama A/H1N1, para que nadie culpe a nadie. Como bien lo han documentado Enrique Galván Ochoa y Luis Linares Zapata en las páginas de este diario a lo largo de esta semana insólita, en México existía una empresa paraestatal denominada Birmex (Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México), que según su portal electrónico surtía las vacunas, sueros, inmunoglobulinas y reactivos de diagnóstico que requieren los organismos públicos descentralizados de salud de los estados que integran la República Mexicana, y que en los hechos fue desmantelada por Fox.

Jaime Avilés / Desfiladero
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