La venganza de las chachalacas

Joaquín López Dóriga
Milenio


Algo de Vicente Fox debe haber molestado en el gobierno del presidente Calderón que su secretario de Gobernación salió a callarlo.

Al estilo López Obrador, aunque evitando la invocación de las chachalacas pero no el reclamo, Francisco Ramírez Acuña dijo que “los políticos debemos entender que el que se va se calla y todos debemos callar una vez que concluye nuestra función”.

Esto fue contestado, como en sus viejos tiempos, por Fox y Santiago Creel.

El ex presidente afirmando que ésas son “prácticas del priismo”.

“¡A mí no me van a poner piedritas para quedarme callado!”, dijo ayer a CNN, ratificando lo que había anunciado antes de irse: que no se iba a quedar callado encerrado en su rancho.

Creel reivindicando el derecho de Fox de hablar y defenderse, diciendo que no estaba de acuerdo con ningún tipo de censura.

En estas dos respuestas hay un antecedente de rencor político que me lleva al destape de Felipe Calderón por parte del mismo Ramírez Acuña, en un rancho de Jalisco, el sábado 29 de mayo de 2004, lo que Fox les reclamaría así al día siguiente:

“Fue más que imprudente haber realizado un evento con una característica electoral; me parece que está fuera de lugar, fuera de tiempo, tanto lo digo por el secretario (Calderón) como por el gobernador del estado (Ramírez Acuña) y su equipo”.

A las 24 horas, Calderón renunciaba a Energía y abría su camino a Los Pinos, y el gobernador respondía que a él sólo los jaliscienses, y no Fox, lo podían regañar, para añadir el reproche a Creel:

“Yo estoy seguro que quienes le pasaron la información al presidente Fox, lo hicieron de una manera dolosa, de mala fe; yo creo que le volvió a fallar su equipo al Presidente dándole información incorrecta y que más bien trataron de proteger a algunos otros precandidatos”.

Ahora, en esta reedición de la guerra de las chachalacas, el senador Creel le cobra al secretario Ramírez Acuña aquella llevada y el reciente señalamiento de haber desmantelado al Cisen.

Es tiempo de que el presidente Calderón intervenga para apagar el choque de esos pajarracos, las chachalacas, claro, y poner orden en el ejercicio de la política, al menos en sus filas, en las que, cuando no es él, es Espino o Creel.

Y no se trata de callar a nadie, Fox tiene derecho a defenderse, sino de hacer sentir la conducción de la política.

Por lo demás, estamos viendo, con el pretexto de Fox, un ajuste de cuentas entre Creel y Ramírez Acuña que, si bien aún no mella a Calderón, su escalada podría comenzar a tener algunos impactos en su quehacer político.

Y será, posiblemente, cuando se haga sentir.

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