CALDERON ESTÁ EN UN DILEMA:

ACTUAR CONTRA EL EX PRESIDENTE Y SU ESPOSA MARTA,
O BIEN OPTAR POR EL SILENCIO CÓMPLICE

unafuente.com

“To be or not to be. Ser o no ser. He ahí el dilema que se plantea el célebre Hamlet, de William Shakespeare”. Así empieza Ramón Alberto Garza REPORTE ÍNDIGO de esta semana. “Y ése parece ser el mismo predicamento que hoy enfrenta el presidente Felipe Calderón al momento de confrontarse con los presuntos ilícitos de Vicente y Marta Fox. EL DE SER. Y asumirse como el presidente que se definió en el discurso de los 300 líderes. Congruente entre el pensar y el decir, entre el decir y el hacer. O EL DE NO SER. Y terminar como un mandatario más que, al igual que sus antecesores, los priistas y el panista, optaron por el silencio cómplice. La tragedia shakespereana de Felipe Calderón es que no tiene margen de maniobra para actuar igual que todos sus antecesores”.
El presidente está obligado legitimar su mandato con sus actos. Y esa legitimación no admite un discurso doble. El drama de Calderón es que las evidencias de los ilícitos de los Fox son tan contundentes, que no admiten discusión. Se deben perseguir de oficio. Ahí están las propiedades, escrituradas a su nombre y al de su señora. Por más que diga “no son mías, no son mías, no son mías”, los documentos del Registro de la Propiedad lo desmienten contundentemente. Ahí están las facturas de remodelación de los ranchos San Cristóbal y La Estancia. Obras pagadas de la chequera de Cosme Mares, un constructor que antes del sexenio foxista era de poca monta. Tres mil millones de pesos en obra pública bien valieron una remodelación. Ahí está el testimonio de un empresario, Miguel Moreno Vélez, quien da fe, ante las cámaras de REPORTE ÍNDIGO, de lo que calificó como una “máquina de extorsión” y de “tráfico de influencias” en la que se convirtió Marta Fox. Y prestigiados abogados mexicanos consultados al respecto no dejan lugar a dudas. Es cierto, como lo dijo Anabel Hernández, que en estas cuestiones de corrupción y tráfico de influencias, Vicente Fox no es el primero. “Pero sí necesitamos que sea el último”, advirtió en el programa Cambios del arquitecto Héctor Benavides. Por eso el presidente está obligado a actuar. Para no convertirse en tapadera y cómplice de las mentiras de los Fox. Si no lo hace, la trama shakespereana de Romeo y Julieta, aquella que Vicente y Marta Fox nos vendieron en su sexenio, la del amor imposible que todo lo puede cuando se actúa en pareja… presidencial, podría acabar en tragedia. Una tragedia a la medida de una Lady Macbeth que está colocando contra la pared a un Hamlet azul y que podría acabar huyéndole a su destino.

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